Sierra Nevada y la gallina de los huevos de oro

Vie, 10/03/2023 - 14:36
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20/01/2023
Sierra Nevada. Ciclistas

A principios de los años sesenta, el magnífico binomio sol y nieve dio nombre a la estación de esquí más meridional de Europa que se fundó conjuntamente a la pequeña pedanía de Monachil. El pequeño núcleo residencial de Pradollano se diseñó en torno a una pequeña plaza con un estilo arquitectónico homogéneo de edificios acabados en madera desde donde se accedía por telecabina a la principal área esquiable de Borreguiles. Décadas después, Pradollano se ha convertido en un 'pueblo-calle' de estética reprochable donde edificios de todos colores y formas han crecido en torno a una carretera que serpentea montaña arriba hasta alcanzar el Albergue Universitario a 2.500 metros. La conquista del inhóspito territorio se había consumado. A la carretera más alta de Europa, Sierra Nevada sumaba el discutible privilegio de poseer el núcleo residencial más alto de la península ibérica que, con tan solo 343 habitantes (censo del Instituto Nacional de Estadística de 2021), compite en tamaño y extensión con los grandes municipios de la sierra.

Aunque somos muchos los granadinos que creemos que el exceso de cementación ha traspasado todas las líneas rojas, recientemente la estación de esquí gestionada por la Junta de Andalucía ha presentado un nuevo Plan de Conceptualización y Reposicionamiento Turístico Urbanístico 2020-30. Se trata de un plan estratégico cuyo objetivo consiste en reposicionar Sierra Nevada impulsando su destino turístico nacional e internacional mediante la creación de cerca de 2.500 plazas hoteleras, áreas residenciales, aparcamientos, y nuevas vías de acceso y servicios, entre otras actuaciones.

Gran parte de esta ambiciosa propuesta estratégica se fundamenta en base a términos elocuentes y armoniosos como «conceptualización de nuevos motores de actividad», «reposicionamiento de alojamientos» o «alojamiento sostenible en formato Glamping» que ofrecerían a los visitantes un alojamiento glamuroso con todos los servicios y comodidades de los mejores hoteles «en completa conexión con el medio natural… para evadirse en un remanso de paz y desconexión, donde disfrutar de las vistas de parajes naturales, y alojarse en habitaciones únicas». Todo este posicionamiento se justifica en una misión que dice trascender a «la mera rentabilidad económica para sustentarse en valores de respeto, diversidad, inclusión, sostenibilidad, contribución a la economía local y protección del medio natural».

Aunque el proyecto plantea toda una serie de propuestas necesarias para renovar infraestructuras obsoletas, el uso de semejante verbosidad salomónica para justificar todas las actuaciones urbanísticas del proyecto es un cínico ejercicio eufemístico.

Cada vez más vivimos en un mundo de eslóganes y propaganda adulterada. La sostenibilidad de un sistema implica su continuidad indefinida en el tiempo sin agotar los recursos que se precisan para su funcionamiento. Este término que se concibió para el aprovechamiento pesquero se ha trasladado, sin mucho acierto y por lo general de forma interesada, para justificar actuaciones que son de todo menos sostenibles. Pocas intervenciones resultan más perdurables y antepuestas a la pretendida «protección del medio natural» que las construcciones que están alterando para siempre el paisaje de alta montaña de Sierra Nevada.

La expansión de Pradollano, no solo implica la ocupación permanente de un territorio de alto valor ecológico, sino que contribuye a agravar los problemas derivados de la contaminación o la demanda de agua que está desecando las cabeceras de los valles de Monachil y Dílar, y que la Confederación Hidrográfica del Guadalquivir pretende demandar por incumplimiento de la concesión.

Los científicos del Observatorio de Cambio Global de Sierra Nevada han advertido que la disminución de las precipitaciones en forma de nieve puede superar el 20% para el año 2100. Todas las proyecciones indican que, además de menos frecuentes, las nevadas serán menos persistentes y a cotas más elevadas. Sierra Nevada ya es víctima de un cambio climático que ha provocado que las pistas de esquí más bajas hayan desaparecido, y que la estampa habitual de la estación de esquí sea la de esquiadores que descienden desde Borreguiles a Pradollano por estrechos pasillos de nieve artificial. ¿Deberíamos permitir que Pradollano siga creciendo persiguiendo una cota de nieve que no deja de escalar? Somos muchos los que creemos que Pradollano ha desbordado la extensión que hubiera sido deseable y que, si no invertimos esta tendencia, será la misma naturaleza quien acabe estableciendo sus propios límites.

Resulta incontestable que Sierra Nevada es un destino turístico de primer orden, un espacio único que además de conservarse debe contribuir al bienestar de sus habitantes dinamizando las actividades socioeconómicas, pero todo ello debe planificarse teniendo en cuenta los pueblos y ciudades que integran su territorio. En un cajón quedaron proyectos como el teleférico o tren cremallera que conectaría Granada con Pradollano. Iniciativas como esta hubieran traído prosperidad a los habitantes de Granada y sus alrededores, reducido el tráfico de miles de vehículos y mitigado la necesidad de crear nuevas infraestructuras y actuaciones urbanísticas en la alta montaña.

Lamentablemente, la historia nos recuerda que el acoso a Sierra Nevada es continuo. De no haber imperado el sentido común, el aspecto que ofrecería Sierra Nevada sería bien distinto, con un radar en la cumbre del Mulhacén, carreteras atravesando el corazón de la sierra y más de un restaurante giratorio en las altas cumbres. No podemos renunciar al efecto dinamizador que Sierra Nevada tiene sobre la economía del territorio, pero nunca a costa de renunciar al delicado equilibrio entre desarrollo y conservación. Confío en que nuestra codicia no nos juegue una mala pasada y sea tarde cuando nos demos cuenta que más nos hubiera valido conservar lo que teníamos a matar la gallina de los huevos de oro.

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